2 de julio | TODOS
«Mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea tras línea, un poquito aquí, un poquito allá» (Isa. 28: 10).
De las cimas de la sabiduría divina desciende la luz de la Palabra de Dios para enseñarle al ser humano a vivir una vida con sentido y evitar que caiga, tropiece y se hiera a sí mismo y a las personas amadas. De las más altas cumbres celestiales se deslizan por las cuestas de la vida riachos transportando en su camino perlas de inspiración. Pero los consejos divinos parecen quedar como arena que arrastra el viento por los desiertos de nuestra indiferencia.
En tiempos de Isaías, el pueblo vivía inmerso en la rebeldía y la insensatez, lo que traería como consecuencia la galopante destrucción bajo el poder de Babilonia. La Palabra de Dios podría haber sido el escudo protector, pero el pueblo yacía anegado en el alcohol, con los sentidos anestesiados, incapaz de atender y entender los consejos divinos.
El estado de los líderes de entonces era deprimente. «También estos erraron por el vino y por la sidra se entontecieron; el sacerdote y el profeta erraron por la sidra, fueron trastornados por el vino; se aturdieron con la sidra, erraron en la visión, titubearon en el juicio. Porque toda mesa está llena de vómito y suciedad, hasta no quedar lugar limpio» (Isa. 28: 7-8).
Embriagados de placer, esos líderes preguntaban: «¿A quién debemos instruir? O ¿a quién enseñaremos la doctrina? ¿A los destetados? ¿A los recién destetados?» (vers. 9). Entonces el profeta responde que hasta los niños pueden entender la voluntad de Dios si se estudia la Palabra renglón por reglón, línea tras línea, un poco aquí y otro poco allá. Con este consejo Isaías estableció una manera de estudiar la Biblia.
A fin de interpretarla bien, es preciso estudiar, en sus contextos, todos los versículos que abordan un determinado tema. No se puede establecer una doctrina partiendo de un solo texto. Es indispensable investigarlos todos y hacerlo de manera contextualizada.
En Acción
Dos versículos después del texto de hoy leemos el propósito de las enseñanzas divinas: dar «reposo al cansado» (Isa. 28: 12). El estudio de la Biblia no debe basarse en el «texto prueba» que me da la razón a mí, sino en el espíritu que impregna sus mensajes. El espíritu de Cristo.