5 de julio | TODOS
«Porque te tomé de los confines de la tierra, de tierras lejanas te llamé y te dije: “Mi siervo eres tú; te escogí y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isa. 41: 9-10).
El pueblo de Israel vivió más de cuatro siglos bajo el yugo egipcio. Los descendientes de Jacob no pasaban de pobres esclavos de la nación más poderosa de aquel entonces. Carecían de aspiraciones y sueños porque «los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre en la fabricación de barro y ladrillo, en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor» (Éxo. 1: 13-14).
No hay nada de malo en fabricar ladrillos o cuidar del campo, pero la verdadera intención de Faraón era debilitarlos y asfixiarlos; por eso ordenó a las parteras que dieran muerte a los niños varones hebreos en el momento de nacer.
El enemigo de Dios sabía que de entre ellos se levantaría un libertador; y con esta medida cruel esperaba arruinar el plan divino. De modo que el pueblo de Israel acabó convertido en un montón de esclavos sin aspiraciones, acampados en la tierra de Gosén, a las orillas del río Nilo. Sin embargo, el Señor los libertó y años después, a través del profeta Isaías, les reafirmó que los había tomado y escogido, según leemos en el texto de hoy.
Dios libertó al pueblo de Israel de aquella tierra de esclavitud, lo condujo a lo largo del desierto, lo protegió y lo defendió y, frente a la amenaza de Babilonia, le repite la promesa de estar a su lado, ayudarlo siempre y sostenerlo «con la diestra de mi justicia».
En Acción
A ti también te ha escogido Dios y te considera hijo suyo. Entonces, ¿cómo no va a cuidar de ti? Vive sin temor aunque lo que te rodee no siempre sea agradable. El Invisible te acompaña. Canta “Yo te he escogido” (si es posible, con tu familia).