8 de julio | TODOS

En las palmas de las manos

«¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? ¡Aunque ella lo olvide, yo nunca me olvidaré de ti! He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros» (Isa. 49: 15-16).

Sin perjuicio de ocasionales historias de madres que cometen atrocidades con sus hijos, la inmensa mayoría de las madres aman a los suyos con un amor entrañable. De ahí que Dios mismo use el amor materno como ilustración de su amor por la raza humana. ¿Qué madre sería capaz de olvidarse del hijo al que dio a luz? Eso pregunta el Señor, y él mismo responde que, aunque una madre lo hiciera, él jamás se olvidará de sus hijos.

El texto presenta una razón: «He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida». Esta maravillosa figura se cumple en las heridas provocadas por los clavos en las manos de Jesús. Ya resucitado, Jesús le dijo a Tomás que mirase las palmas de sus manos (ver Juan 20: 27).

Observando las marcas de los clavos en sus palmas, podemos ver cómo Jesús nos tiene esculpidos en ellas. Nuestra redención le costó sangre. El Señor no fue un desequilibrado suicida con ganas de morir. Su amor por la vida era tan grande que la última noche, en el Getsemaní, oró a su Padre diciendo: «Señor, que pase de mí esta copa» (Mat. 26: 39). Él era el Dios hecho carne. Como humano, poseía el instinto de conservación que rechaza la muerte; pero en su caso fue más decisivo sentir la perspectiva de separarse del Padre. Con todo, aceptó voluntariamente la muerte porque era necesaria para salvarnos.

Tú y yo estábamos condenados, pero él nos amó tanto que asumió ser clavado en una ignominiosa cruz a fin de devolvernos el derecho a la vida, que habíamos perdido.
Con un amor tan grande, ¿cómo podría Dios olvidarse de ti?

En Acción

No, Dios nunca se olvidará de ti. Y si tú no te olvidas de él, podrá realizar sus sueños en tu vida. Déjate llevar por tu amoroso Padre y todo será más fácil y estará lleno de sentido. Canta “En las palmas de las manos” (si es posible, con tu familia).