19 de enero | TODOS
«Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha gente. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos» (Gén. 50: 20-21).
La culpa mata. Lenta e inexorablemente. Asfixia y crucifica al pecador en el madero de su propia conciencia. Los hermanos de José habían vivido atormentados desde el día en que lo vendieron. Los años desaparecieron en el polvo del tiempo, pero no fueron capaces de calmar el grito escandaloso de su propia conciencia. Cada momento difícil que vivían les recordaba sus manos manchadas con la sangre de un inocente. No podían olvidar su pasado. Sus acciones malvadas los perseguían de día y de noche.
Ahora, sin saberlo, estaban frente al hermano al que habían vendido. Sin embargo, las tornas habían cambiado. José era el gobernador de la nación más poderosa de ese tiempo, mientras que ellos no pasaban de ser tristes peregrinos que buscaban un poco de comida para sobrevivir. Desde el punto de vista humano, sería el momento de la venganza. Existe gente que espera una situación parecida durante toda la vida.
Pero José era amigo de Dios y en el corazón de un siervo del Altísimo no existe lugar para el rencor ni el resentimiento; mucho menos para el odio o la venganza. Por eso les dijo: «Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien».
Un día nosotros también crucificamos a Jesús y esa acción vergonzosa nos martiriza, pero el Salvador abre los brazos en forma de cruz, nos contempla con amor y dice: «Vosotros pensasteis hacerme mal, pero los planes de mi Padre contaban con que yo sufriera para que pudierais vivir».
En Acción
Mira a Jesús para ser como él. Ora hoy para que Dios erradique cualquier rencor que exista en tu corazón hacia alguien que te haya ofendido. Para que te dé un espíritu perdonador como el de José. Canta “José perdona” (si es posible, con tu familia).