9 de julio | TODOS

Por sus llagas fuimos curados

«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados» (Isa. 53: 4-5).

Seis siglos antes de que Jesús viniera al mundo, Isaías profetizó que la misión del Salvador sería morir la muerte que el ser humano sentía merecer. Para dar a conocer el amor del Padre, Jesús vino a ocupar en la cruz del Calvario el lugar del pecador.

Siendo verdad que Jesús enseñó, curó e hizo otras cosas, su ministerio tenía en vista morir, si era preciso, con tal de dar a conocer el carácter del Padre. Morir «herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados». Vino a este mundo para morir. Nació para morir. Vivió para morir. Y, finalmente, murió sin quejarse. Como oveja fue llevado al matadero y no abrió su boca. ¿Cómo iba a quejarse si había aceptado voluntariamente la muerte?

El misterio del amor divino se manifiesta a raudales en la cruz del Calvario. Jesús murió en la cruz porque quiso. Nadie lo obligó. Él no tenía el deber de salvar al hombre. Lo salvó por amor. Si Dios hubiese tenido la obligación de salvar al ser humano, entonces el pecador merecería la salvación. Pero a nosotros la conciencia nos dicta que no merecemos nada, salvo la muerte.

No había otro camino para salvarnos. Si Jesús hubiera querido, podría haber retornado al cielo y la humanidad estaría condenada eternamente, pero él te amaba tanto que, a pesar de no agradarle la muerte, ofreció su vida para poder salvarte. ¿Sabes lo que esto significa? Que tú vales mucho. Que le importas, que eres lo más precioso que tiene.

En Acción

Proclama al mundo, paso a paso, el amor de Dios. Que sepa cada uno de tus allegados que él o ella también es lo más precioso que tiene el Señor (recuerda: todo el amor divino está a disposición de todos). Pero proclámalo sobre todo a través de tu carácter transformado a la imagen de Jesús. Canta “Por sus llagas” (si es posible, con tu familia).