11 de julio | TODOS
«Si retraes del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamas “delicia”, “santo”, “glorioso de Jehová”, y lo veneras, no andando en tus propios caminos ni buscando tu voluntad ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová. Yo te haré subir sobre las alturas de la tierra y te daré a comer la heredad de tu padre Jacob. La boca de Jehová lo ha hablado» (Isa. 58: 13-14).
En 1998 realicé una campaña de evangelización por satélite desde Sao Paulo (Brasil) para las tres Américas. Exactamente seis días antes de su fecha de inicio, me llevaron, de urgencia, al hospital. Un día antes del comienzo de la campaña, salí, debilitado y convaleciente.
Era viernes, la aprensión de los organizadores era visible. Yo mismo estaba preocupado. No me sentía en condiciones físicas o emocionales para predicar durante cincuenta minutos noche tras noche. Pensé en abandonar. Desde el punto de vista humano, no sabía qué hacer. La campaña no podía suspenderse, ya que los hispanos de las tres Américas estaban listos para recibir el mensaje.
Al atardecer, solo, en mi habitación de hotel, derramé mi ansiedad en los brazos de Dios y, al llegar las benditas horas del sábado, le dije: «Señor, el sábado es reposo, pero mi corazón está apesadumbrado por la situación. Dame tu descanso, Dios mío, pon paz en mi corazón».
En ese momento sentí una especie de brisa suave que entraba por la ventana y soplaba en mi rostro, sentí ganas de llorar y lloré; pero, cuando me levanté, fue como si una carga pesada se hubiera desprendido de mis espaldas, me dirigí al baño y me miré en el espejo. Mis ojos reflejaban paz y alegría. El sábado de Dios había llegado a mi vida.
Al día siguiente, por la noche, estaba en el púlpito, predicando la Palabra de Dios. El sábado no fue solo una doctrina; fue una experiencia real y transformadora.
En Acción
¿Es el sábado parte de tu experiencia espiritual? ¿Has probado las bendiciones de apartar un día para desconectar de las tareas habituales y acercarte (aún) más a Dios y al prójimo? Eso sí, ¡ya sabes que puedes descansar en Jesús todos los días! Canta “Mi día santo” (si es posible, con tu familia).