15 de julio | TODOS
«Así ha dicho Jehová: “No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Sino alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová”» (Jer. 9: 23-24).
Todos los días amanece la vida preñada de sueños. Cada ser humano parte de mañana hacia lo que considera importante. Laten las aulas atiborradas de jóvenes en busca de conocimiento; en las calles, hombres y mujeres corren de un lado a otro para asegurarse la subsistencia. En las fábricas, las personas derraman sudor esperando recibir, a fin de mes, un salario que compense su esfuerzo. La rutina de cada día consiste en la frenética búsqueda de dinero porque en el mundo en el que vivimos «si no tienes dinero, no vales nada».
Algunos se jactan de sus logros. Exhiben diplomas, amontonan fortunas, se ufanan con la fama y se apegan a sus éxitos como su razón de vivir. Pero, al llegar la noche, esas mismas personas lloran en silencio la frustración de ser sin nunca haber sido. Ni los aplausos, ni las robustas cuentas bancarias, ni los títulos alcanzados llenan el vacío de su corazón.
En ese marco, surge el mensaje de Jeremías dirigido al ser humano de todos los tiempos: como expresa el texto de hoy, solo merece «jactarse» quien disfrute por conocer a Dios. Existe un contraste entre las tres cosas que se desvanecen: sabiduría humana, valentía y riquezas (Jer. 9: 23), y las tres cosas que permanecen para siempre: misericordia, juicio y justicia (vers. 24).
¿El secreto para lograr las tres últimas? Conocer a Dios mediante una experiencia real de conexión diaria con él.
En Acción
Cuando optes por esa conexión, pronto empezarás a descubrir que estás accediendo a la única mina de riquezas realmente inagotable. Canta “Gloriarse en Jehová” (si es posible, con tu familia).