20 de julio | TODOS
«Así ha dicho Jehová, que hizo la tierra, Jehová que la formó para afirmarla; Jehová es su nombre: “Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”» (Jer. 32: 2-3).
Volví los ojos el otro día a los trigales de mi tierra; contemplé en mi imaginación los campos verdes rodeados de retamas; recordé, en el atardecer de la existencia, a mi pueblo tan claro, tan viejo y tan cansado. Desfilaron en mi mente sus campesinos, sus leñadores, sus jóvenes y sus ancianos buscando una razón para vivir; y agradecí a Dios porque un día él me encontró en el camino de la vida y me llamó con su voz mansa y tierna.
Hoy el mío es un camino alfombrado de esperanza. Me gustaría entender los misterios del mundo, la razón del sufrimiento y las aparentes injusticias de esta vida, pero he aprendido a confiar en Dios y en la promesa que hizo a través de Jeremías en el texto de hoy.
Conocer las «cosas grandes y ocultas» de Dios no significa descifrar del todo los misterios divinos. La finita mente humana es demasiado pequeña para entender las incógnitas de la vida. Conocer las «cosas grandes y ocultas» de Dios significa más bien conocerle a él y aprender a confiar en que lo que nos sucede en esta vida al final será para bien.
Él es Jehová, el autoexistente. El que es porque es. No tiene origen ni fin. Los años se van, las edades pasan, las hojas de los árboles se marchitan y son llevadas por el viento, pero Dios es eterno. Es Jehová, que un día creó los cielos y la tierra. Tú estás en las palmas de sus manos. No temas. Aunque tu instinto te diga que estás perdido, no lo estás.
En Acción
De cara a las circunstancias adversas que hoy se te presenten, no vaciles ni desesperes. Clama al Señor y él te responderá. Canta “Clama a mí” (si es posible, con tu familia).