21 de julio | TODOS

Lecciones de la vida de Jeremías

«Los jefes se airaron contra Jeremías. Lo azotaron y lo pusieron en prisión en la casa del escriba Jonatán, la cual habían convertido en cárcel» (Jer. 37: 15).

Jeremías fue un hombre de personalidad tierna, afectiva y tímida. Sin embargo, tuvo que enfrentar oposición, crítica y persecución. Pese a amar profundamente a su pueblo, fue fiel a su misión y despertó la ira de sus críticos. En medio de esa lucha psicológica, se quejó: «Señor, tú lo sabes. Tú bien sabes que por amor a ti soporto que me insulten. Acuérdate de mí, y ven a visitarme. […] ¿Por qué mi dolor no tiene fin, ni mi desahuciada herida admite ser sanada?» (Jer. 15: 15, 18, RVC)

Ese era Jeremías. En otra ocasión quiso orar por la salvación de su pueblo y Jehová se lo prohibió. «El Señor me dijo: “No me pidas que trate bien a este pueblo. Cuando ayunen, no voy a atender su clamor; cuando me ofrezcan holocaustos y ofrendas, no los aceptaré. Al contrario, voy a exterminarlos con la espada, el hambre y la peste”» (14: 11, RVC).

Toda su vida sufrió las burlas de su pueblo. Hubiera huido al desierto para vivir tranquilo, pero no podía. Estaba cautivado por Dios. «Tú, Señor, me sedujiste, y yo me dejé seducir. Fuiste más fuerte que yo, y me venciste. Todos los días se me ofende; todo el mundo se burla de mí. Cada vez que hablo, levanto la voz y grito: “¡Violencia! ¡Destrucción!”. No hay día, Señor, en que tu palabra no sea para mí motivo de afrenta y de escarnio. Me había propuesto no pensar más en ti, ni hablar más en tu nombre, ¡pero en mi corazón se prendía un fuego ardiente que me calaba hasta los huesos! Traté de soportarlo, pero no pude» (20: 7-9, RVC).

No se puede describir la tristeza íntima de Jeremías, la paradoja de una vida entregada a una misión que contrariaba su manera de ser. Su experiencia fue de sufrimiento continuo por causa de la incomprensión, el escepticismo y el sarcasmo del pueblo. Pero, a pesar de eso, prosiguió su tarea de profeta.

En Acción

¿Cómo reaccionas tú ante los escarnecedores? Reflexiona en la experiencia de Jeremías y pregúntate por qué, en medio de tanta burla y persecución, siguió adelante. ¿De dónde sacó las fuerzas? No hay duda de que, pese a todo, su corazón albergaba la paz del Espíritu.