6 de agosto | TODOS
«Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua eternidad» (Dan. 12: 3).
En el cielo azul, brillan distraídas las estrellas, sonriendo con el resplandor de la esperanza.
¡Qué bellas son! La humanidad las contempla desde abajo y admira la ansiada paz que no encuentra en la tierra. «Hermosas estrellas, grandes y pequeñas, enanas y gigantes, pero siempre distantes dándole a la noche la dimensión infinita, de luz y eternidad», diría el poeta.
Así serán los entendidos. Resplandecerán a perpetua eternidad. Esta es una promesa condicional. La condición es doble. Entender y enseñar. No te atrevas a enseñar lo que no entendiste. Entiende el evangelio, las buenas nuevas de que el Señor Jesús dejó su trono de gloria y descendió a este mundo de miseria y maldad para rescatar al hijo rebelde.
Después de entender, enseña. Comparte las buenas nuevas con los que vagan sin rumbo por el desierto de esta vida. Almas conturbadas, gente desesperada, buscando un sentido para su existencia. Caminantes por sendas engañosas, que los conducen a la muerte.
Jacinto es uno de ellos. Sufre, llora, se lamenta y rumia su soledad. Destruyó su hogar, lo hizo pedazos, se marchó con una mujer más joven. Pero el tiempo pasó, los hijos crecieron, y hoy no quieren verlo. Las luces de la ilusión fueron pasajeras. La pasión, llama que se extingue, acabó. La joven enamorada lo abandonó. Y hoy, Jacinto cree que su destino en esta vida es sufrir. Olvida que el dolor que lo consume es consecuencia de su decisión equivocada.
Podría haber brillado como una estrella a perpetua eternidad, pero no supo decidir.
En Acción
Reflexiona en la historia de Jacinto. Escoge seguir a Jesús para que tu rostro resplandezca con su carácter en lugar de quedar marcado por una decisión dictada por tus pasiones. Canta “Los entendidos resplandecerán” (si es posible, con tu familia).