10 de agosto | TODOS

Un Dios transparente 

«Porque no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas» (Amós 3: 7).

Dios no guarda secretos. Se revela a sí mismo. Se comunica. No se esconde, no ignora tu dolor ni tus penas. En el Edén hablaba con Adán y Eva cara a cara, pero, una vez llegado el pecado, el ser humano no pudo resistir más la presencia de Dios, huyó y se escondió.

Siglos después de la caída de nuestros primeros padres, en el Sinaí, Dios se presentó al pueblo deseando comunicarse con ellos, pero los israelitas le pidieron a Moisés que, por favor, Dios no les hablase más porque tenían miedo. Suplicaron que todo lo que el Señor tuviese que decirles se lo dijera a Moisés. Desde entonces el Señor tuvo que escoger personas fieles a él para transmitir su mensaje a la humanidad. La Biblia llama a esas personas profetas.

¿Quién es un profeta, en el sentido bíblico? La palabra hebrea es nabi, que literalmente se refiere a alguien llamado por Dios para hablar en su nombre. El trabajo del profeta consiste en enseñar, advertir, amonestar y predecir. Su mensaje tiene que ver con el pasado, el presente y el futuro. Él anuncia lo que Dios le revela.

Amós habló del juicio venidero sobre Israel para que el pueblo tuviera la oportunidad de arrepentirse. Unos pocos creyeron, pero la mayoría no prestó atención a las advertencias divinas. Lo mismo sucede hoy. Las naciones se encaminan hacia su propia destrucción y Dios advierte mediante las profecías bíblicas lo que ha de suceder pronto, pero la mayoría de la humanidad las desconoce.

En Acción

Ya ves, Dios es transparente, le encanta comunicarse y dar a conocer cómo es, enseñar la verdad y anunciar el futuro. Todo, por nuestro bien. ¿Te mostrarás receptivo a sus mensajes y activo en aplicar sus enseñanzas? Canta “Profetas del Señor” (si es posible, con tu familia).