23 de enero | TODOS
«Moisés extendió su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirara por medio de un recio viento oriental que sopló toda aquella noche. Así se secó el mar y las aguas quedaron divididas» (Éxo. 14: 21).
Aquel momento parecía el punto final de un sueño. Más de dos millones de hombres, mujeres, ancianos y niños habían llegado al final de su jornada. ¿Qué podrían hacer? A los lados, se erguían dos montañas infranqueables. Detrás de ellos marchaba con ánimo destructor un ejército armado hasta los dientes y, al frente, un mar que parecía imposible de atravesar.
Humanamente hablando, no había salida para el pueblo de Israel. Pero entonces sucedió algo espectacular, como hemos leído en el texto de hoy.
«El Señor obró maravillas en favor de la salvación de su pueblo. Y abrió, a través de las aguas del Mar Rojo, un sendero hacia la libertad» (Elena G. White, El Cristo triunfante, pág. 108). A resultas de ello, todo el pueblo cruzó el mar de manera segura.
El milagro fue divino. Sin embargo, «Moisés extendió su mano sobre el mar». Esto nos muestra que Dios espera nuestra implicación en los planes que él mismo ejecuta. La vida está llena de momentos parecidos. Cada día enfrentas circunstancias turbulentas que te llevan a la humana conclusión de que ya no tienes opciones de avanzar. Necesitas clamar a Dios por una intervención sobrehumana. Pero, enseguida, es necesario actuar. Tú eres el instrumento que el Señor usará para resolver el problema que enfrentas. Tú, curado del miedo, liberado del temor, con el corazón pletórico de esperanza y confianza en aquel que no conoce derrota.
En Acción
¿Tienes problemas que te superan? Preséntaselos hoy tranquilamente al Señor. Pídele fuerzas y sabiduría para hacer lo que puedas y confía en él durante «toda la noche» para que él haga el resto.