18 de agosto | TODOS
«Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación» (Hab. 3: 17-18).
El humo gris subía indolente por los tejados de los edificios. Las cenizas oscurecían el ambiente y ensuciaban el aire. Lisandra clavó los ojos en las llamas anaranjadas que devoraban su departamento y, mientras los vecinos corrían de un lado a otro, desesperados, ella parecía estupefacta, en estado de shock, anestesiada por la tragedia de perder lo que poseía.
Sin embargo, la realidad era otra. Ella se encontraba en pleno uso de su raciocinio, y era consciente de su tragedia, pero su confianza en Dios era mucho más grande que el fuego devorador. Al ser preguntada sobre su extraña actitud, respondió que, a pesar de todo, confiaba en el amor de Dios.
Siglos atrás, Habacuc también vio a su país desolado por causa del ejército invasor y de las calamidades naturales. En medio de esa pérdida, miró al futuro con esperanza. Sabía que, a pesar de las circunstancias difíciles, su Dios no lo había abandonado.
¿Alguna vez te preguntaste por qué, si Dios es tan grande y poderoso, las cosas te van mal? Habacuc contempló las higueras secas, no había frutos en las vides, los olivos se encontraban vacíos, los campos improductivos y el ganado muerto; sin embargo, no se desanimó. Recordó que Dios es mucho más grande que todas las adversidades juntas.
En Acción
¡Conoce a Dios! Cuando te familiarices realmente con él, cualquier circunstancia te parecerá relativa en comparación con la felicidad de tenerle a tu lado. Si vives un momento difícil, no desesperes. Si necesitas llorar, llora, pero recuerda que no estás solo. Y que tras la noche amanecerá. Canta “¡Aun así!” (si es posible, con tu familia).