22 de agosto | TODOS

El rey cabalgando sobre un asno

«Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna» (Zac. 9: 9).

Casi seis siglos antes de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén montado en un pollino, el profeta Zacarías, por inspiración divina, había profetizado que el Salvador del mundo vendría de ese modo. No llegaría cabalgando sobre un brioso corcel blanco, victorioso y deslumbrante. Llegaría humilde, trayendo la justicia y la salvación para los seres humanos.

La humildad de Jesús es una de las características que destacan en su carácter. Era uno con su Padre y con el Espíritu. Dios, soberano y eterno, Dios todopoderoso que habita en lo infinito, y sin embargo se hizo siervo y murió la muerte de cruz, destinada a los peores delincuentes.

Mientras ministraba en la tierra, reunió un día a sus discípulos y les dijo que aprendieran de su Maestro a ser humildes y mansos de corazón. Si no lo hacían, vivirían siempre cansados y agobiados, porque la mayoría de los problemas que el ser humano enfrenta son resultado de su carácter deformado.

Ya no somos la obra perfecta que salió un día de las manos del Creador. Somos soberbios y orgullosos; rebeldes, desobedientes y arrogantes. Escogemos nuestros propios caminos de destrucción y muerte y sufrimos las consecuencias.

Es hora de volver a Jesús. Abandonemos los flamantes caballos de nuestros logros humanos, cabalguemos sobre los humildes pollinos de esta tierra y dejemos que el Maestro esculpa nuestro ser para hacernos de nuevo a su imagen y semejanza.

En Acción

¿No te seduce la sencillez de Jesús? El Rey humilde. Atraído por él, ¿estás dispuesto a reconocer tu incapacidad y, con humildad, correr a los brazos amantes de Jesús?