24 de agosto | TODOS
«Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde» (Mal. 3: 10).
Malaquías es el profeta que presenta el llamado final de Dios a una nación rebelde que se había apartado de su Creador. Después de él vendrían cuatrocientos años en los cuales Dios no hablaría más al pueblo. Sin embargo, la nación judía continuaba llamándose «pueblo de Dios», simplemente porque cumplía con el ritual «eclesiástico», sin percibir que su corazón egoísta se encontraba lejos de su Señor.
Una y otra vez, Malaquías se dirigió a la nación judía en el nombre de Dios, diciendo: «¡Volveos a mí y yo me volveré a vosotros!» (Mal. 3: 7), pero el pueblo parecía no entender la razón de la pregunta, y respondía: «¿En qué hemos de volvernos?». Ignoraban que solo en cuerpo estaban en el templo, mientras su corazón se hallaba lejos de Dios.
Ante la «incomprensión» de los judíos, el Señor demanda de ellos los diezmos y las ofrendas, porque donde está tu dinero está tu corazón. Dios no necesitaba dinero. Jamás lo necesitó. «Mía es la plata y el oro» (Hag. 2: 8), declaró a través de Hageo, y David confirmó: «De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan» (Sal. 24: 1).
Devolver el sagrado diezmo es simplemente reconocer que Dios es el sueño y señor de todo lo que existe en el vasto universo y de que nosotros somos tan solo sus administradores. Un día, más tarde o más temprano, tendremos que rendir cuentas de la vida que él nos confió.
En Acción
Dios espera de ti el 10%… y el 90% restante. No quiere que tengas un corazón dividido; sabe que eso no te hace bien. ¿Le has entregado a él tu corazón y tu ser entero, o simplemente tus creencias? ¿Estás dispuesto a administrar tu vida conforme a sus consejos? Canta “Traed todos los diezmos” (si es posible, con tu familia).