1 de septiembre | TODOS

Al que llama, se le abrirá

«Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mat. 7: 7-8).

Jamás te desanimes, aunque muchas veces las circunstancias adversas te rodeen y sientas que Dios no atiende a tu oración. No dejes de esperar en Cristo. Sigue buscando y conociendo a Jesús. Te lo dijo él mismo, en quien no existe mudanza ni sombra de variación. «El Señor nos asegura que cuando pedimos las bendiciones que necesitamos con el fin de perfeccionar un carácter semejante al de Cristo, solicitamos de acuerdo con una promesa que se cumplirá» (Elena G. White, El discurso maestro de Jesucristo, pág. 110). Los seres humanos, por sinceros que seamos, podemos fallar, pero Dios siempre cumple sus promesas.

Sin embargo, para pedir es necesario ser consciente de la necesidad. Nadie pide si está satisfecho. El ser humano de nuestros días intenta llenar el vacío del corazón con los fugaces placeres de esta vida, pero el alma sigue hambrienta y sedienta de justicia porque salió de las manos de Dios y solo será feliz cuando se vuelva a su Creador.

Para pedir y buscar algo es urgente reconocer que no lo tienes y que te falta. En el Jardín del Edén, Adán y Eva sintieron que les faltaba ropa y se escondieron entre los árboles, en vez de buscar al Padre pidiendo ayuda. El humanismo de nuestros días te enseña lo mismo. Te induce a pedir o buscar ayuda en cualquier lugar menos en Dios. Te engaña, te disfraza la angustia del alma. Le da explicaciones al vacío interior pero no alivia el dolor de tu alma.

Para llamar a una puerta necesitas aceptar que estás del lado de fuera. ¿No hay momentos en tu vida en los cuales te sientes extraño, solo y sin derecho a nada? En este instante la puerta está frente a ti. Jesús es la puerta. Nada te cuesta tocar. Dios no puede obligarte a hacerlo. Eres tú y solamente tú el que necesita decidir. Por eso te llama e insiste, una y otra vez. Te perturba a veces en tus horas de soledad y tristeza. Te invita con los brazos abiertos y llenos de amor. Pero él espera tu decisión. Eres libre. Nadie puede tomar la decisión por ti.

En Acción

Cuando ores por algo, recuerda que Dios no es sordo ni desmemoriado. Tampoco se regodea haciéndote esperar. No hace falta que le pidas de manera ansiosa e insistente. Confía en que él ya te ha escuchado y te dará a su tiempo lo que necesitas. Canta “Se le abrirá” (si es posible, con tu familia).