5 de septiembre | TODOS

Jesús te enseña cómo alcanzar la vida eterna

«Entonces se acercó uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?» (Mat. 19: 16).

El anhelo más grande del ser humano a lo largo de todos los tiempos ha sido alcanzar la salvación, o la vida eterna. La pregunta que todos cargamos en el corazón es «qué haré para ser salvo». Por algún motivo nuestra mente relaciona la salvación con nuestra acción. Inconscientemente cree que es necesario hacer algo para merecer la salvación. De ahí la pregunta del joven rico que se acercó a Jesús aquel día.

La respuesta del Maestro fue «Guarda los mandamientos». El joven quedó perplejo con esa respuesta porque sus padres y los líderes religiosos le habían enseñado a cumplir los Diez Mandamientos desde que era niño. Por eso, replicó sin pensar dos veces: «Señor, todo esto lo he guardado desde mi juventud». Entonces Jesús complementó: «Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme» (cf. Mat. 19: 17, 20-21). La historia bíblica relata que el joven se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Estaba más dispuesto a «hacer cosas» que a entregarle el corazón a Jesús.

Tal vez tú respires tranquilo pensando que este no es tu caso, ya que no tienes riquezas, pero la esencia del mensaje no son las riquezas, sino lo que se coloca en el corazón en lugar de Dios. La salvación no es por mérito. Es por gracia. No pagas nada y nada haces. Cristo lo hizo todo por ti en la cruz del Calvario.

Nada ni nadie tiene derecho a ocupar en el corazón el lugar de Cristo. Él es la esencia de la vida cristiana, la razón de ser, el principio y el fin, el alfa y la omega. Saca a Jesús de la experiencia cristiana y solo quedará un montón de buenas intenciones, frustradas, de una conducta correcta, o una fachada que intenta esconder múltiples derrotas y fracasos.

En Acción

Todos somos idólatras. A poco que lo pienses, identificarás qué ídolo o ídolos acaricias tú: aquello ajeno a Dios que cautive tu corazón. Por eso, tu salvación (liberación) no pasa por hacer tal o cual «bien», sino por entregarle el corazón a Jesús y que él dirija tu voluntad.