11 de septiembre | TODOS
«Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, y le dijeron: “El lugar es desierto y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren pan, pues no tienen qué comer”» (Mar. 6: 35-36).
La multitud sentía hambre aquel día. Jesús y sus discípulos deseaban estar a solas y se dirigieron al otro lado del lago; pero, cuando llegaron allí, la gente ya los esperaba, ansiosa por oír la palabra del Maestro. Al ver a esos hombres, mujeres y niños, Jesús tuvo compasión. ¡Bendita compasión divina! ¿Qué sería de nosotros si ella no formase parte de su naturaleza? ¿Dónde estaríamos? Seríamos como el búho de las soledades oscuras en el desierto.
Observa ahora que tanto Jesús como los discípulos notaron la misma necesidad. La idea de los discípulos, como acabamos de leer, fue resolver el problema librándose de la gente. Jesús vio otra solución y quiso enseñarles que cuando, desde el punto de vista humano, parece todo perdido, todavía resta la oportunidad divina.
«Dadles vosotros de comer» (Mar. 6: 37), les ordenó. Según los discípulos, doscientos denarios de pan, más de medio año del sueldo de un trabajador, no serían suficientes para alimentar a aquella multitud. Ante el problema, se concentraron en lo que no tenían. No tenían dinero, pero cuando enfrentes dramas financieros recuerda que en la vida no todo se resuelve con recursos materiales. A veces, la ausencia de recursos es solo un pretexto que creamos en la mente para no avanzar con fe en la dirección de los sueños. Jesús operó aquel día la multiplicación de los peces y los panes y nos mostró que al que cree todo es posible.
En Acción
No te vengas abajo ante los retos de la vida. No quedes lamentándote y de brazos cruzados. Enfrenta las dificultades confiando en Jesús y él te guiará en medio de ellas.