18 de septiembre | TODOS
«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor» (Luc. 4: 18-19).
La vida de Jesús fue una vida guiada por el Espíritu Santo. María, su madre, concibió por obra del Espíritu Santo. Jesús creció en el Espíritu, lleno de gracia y verdad delante de Dios y de los hombres. En su bautismo, el Espíritu apareció en forma de paloma.
Inmediatamente después inició su ministerio siendo llevado al desierto por el Espíritu y, al llegar a Capernaúm, un sábado de mañana, se levantó a leer las Escrituras y leyó un texto del AT que decía: «El Espíritu de Dios está sobre mí».
Los hechos poderosos de su vida no fueron resultado de su divinidad sino de su dependencia del Espíritu. Al venir a este mundo había establecido un pacto. No usaría sus poderes divinos sin el consentimiento de su Padre. Era un representante genuino del ser humano. No significaba que hubiera perdido sus poderes, sino que respetaría la naturaleza humana que había asumido. Vino a morir y a salvarnos, pero también a enseñarnos cómo vivir en el Espíritu. Por eso, poco antes de terminar su ministerio en esta tierra, reunió a sus discípulos y les dijo: «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad» (Juan 16: 13).
Su mensaje en Capernaúm, aquella mañana de sábado, fue un mensaje de libertad. «Me ha enviado —dijo— a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos». Por esta razón, salvación no encaja con cautiverio. Cuando el Espíritu llega a tu vida rompe las cadenas que te esclavizan, deshace las ataduras y te da fuerzas para que entones el himno de libertad.
En Acción
Aprende a vivir en el Espíritu. Sé sensible a su voz y cambiará tu corazón. Y entonces tú mismo te sentirás llamado a sanar a otros de corazón quebrantado y a proclamar la libertad en Jesús. Canta “El Espíritu del Señor está sobre mí” (si es posible, con tu familia).