19 de septiembre | TODOS
«Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir» (Luc. 6: 36-38).
La vida es un espejo. Te devuelve la imagen que proyectas. Si deseas una sonrisa, sonríe, y el espejo te devolverá la sonrisa; pero si levantas la mano amenazadora, la imagen reflejada en el espejo será la misma. Si te cruzas con una persona en la calle y la saludas, ella también te saludará; pero si pasas indiferente, recibirás indiferencia.
Esta es la esencia del texto de hoy. Eres la medida de las bendiciones que recibes. Nunca esperes más de lo que estás dispuesto a ofrecer. «Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando». Recibes en proporción a lo que entregas. Es una ley de la vida. Y no se trata solo de las cosas buenas, también se refiere a lo negativo. «No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados».
Las enseñanzas y advertencias de Jesús no eran solo reglas de un moralismo farisaico. Iban al fondo de la vida, a las raíces del ser, a las motivaciones del alma. Por eso el Señor dijo que seamos misericordiosos como nuestro Padre Celestial. Solo en la medida en que vivamos una vida de comunión diaria y constante con Dios, seremos capaces de perdonar a los que nos ofenden, de no condenar al primer impulso, ni de juzgar por lo que veamos. Solo viviendo con Jesús a cada instante, seremos una fuente de bendición para las personas.
En Acción
Tienes ante ti dos caminos. Esperar que las personas te hagan feliz, o hacerlas tú felices a ellas. Si escoges el segundo, te asombrarás con los resultados. Caerán bendiciones sin fin a tu regazo, porque «con la medida con que medís, os volverán a medir» (Luc. 6: 38). Canta “La misma medida” (si es posible, con tu familia).