20 de septiembre | TODOS
«Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se destruye o se pierde a sí mismo?, porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles» (Luc. 9: 25-26).
Conocí a Julio en los últimos días de su vida, consumido por el sida. Literalmente piel y huesos, tristes ojos hundidos. No había lágrimas en ellos, pero su agónica mirada reflejaba el dolor del alma. «Nunca quise esto para mí», balbuceó. «Solo deseaba ser libre y feliz». Era lógico. Nadie en su sana conciencia desea tener un final como aquel. Las personas solo buscan ser felices, pero sin darse cuenta se destruyen y se pierden por seguir la corriente de la mayoría.
Mientras multitudes corren detrás de lo que es políticamente correcto, los que creen en la Palabra de Dios y respetan sus principios parecen seres de otro mundo por el simple hecho de respetar valores morales y espirituales que la gente considera «obsoletos».
Vivimos en días en los cuales la honestidad se confunde con ingenuidad, y la puntualidad con falta de etiqueta. Respetar principios bíblicos se considera «estrechez de mente», y la presión es tan fuerte que hay quienes se avergüenzan de defender sus convicciones, y temen decir que son seguidores de Jesús y que creen en la Biblia como la Palabra inspirada de Dios.
Pero la advertencia de Jesús es que quienes escogen sus propios caminos, argumentando que son libres de hacerlo y de buscar nuevos horizontes sin restricciones, ignoran que el camino que eligen es camino de muerte. Por eso Jesús preguntó a la gente de sus días y a nosotros hoy: «¿Qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se destruye o se pierde a sí mismo?».
En Acción
Todos los días traen consigo la oportunidad de decidirte por Jesús. No te avergüences de seguirle y tampoco se avergonzará de ti el Hijo del hombre cuando venga en su gloria.