21 de septiembre | TODOS

Jesús te enseña a guardar el sábado

«Enseñaba Jesús en una sinagoga en sábado, y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada y en ninguna manera se podía enderezar» (Luc. 13: 10-11).

Ocurrió un sábado, mientras Jesús enseñaba en una sinagoga. Era un culto maravilloso lleno de adoración y plegarias, acompañadas por el estudio de las Escrituras. La gente tal vez no se diese cuenta, pero aquel culto era diferente porque entre ellos estaba presente el propio Creador de los cielos y la tierra. Aquel que en el principio estaba con Dios. Y la presencia del Dios hecho carne iluminaba de alegría y júbilo el ambiente.

Solo habla una mancha de tristeza. Entre los adoradores había una pobre mujer que, desde hacía dieciocho años, venía sufriendo una enfermedad que no le permitía ser plenamente feliz. Andaba encorvada y no podía enderezarse, dice Lucas. Cuando Jesús la vio, quedó estremecido por amor a ella y la llamó. La expectación flotaba en el ambiente. 

«Mujer», le dijo Jesús, «eres libre de tu enfermedad» (Luc. 13: 12). Con cariño puso su mano sobre la encorvada espalda de la mujer e instantáneamente ella se enderezó y alabó a Dios. Sin embargo, el enemigo de las almas no quiere la salvación de nadie, detesta la alegría, no acepta la felicidad. Por eso, se manifestó por medio de la persona del dignatario de la sinagoga. El que debía sentirse más contento con lo que estaba ocurriendo en su propia congregación se indignó y criticó a Jesús por realizar el milagro en sábado.

El sábado es el día de salvación por excelencia. En él reposas de tus ansiedades y luchas, y permites que Dios haga por ti lo que tú no puedes hacer por tus propias fuerzas. En el sábado confías únicamente en la obra creadora y redentora de Dios. Por eso Jesús efectuó muchos milagros de salvación en sábado. Los líderes religiosos de aquellos días, sin embargo, habían perdido de vista el verdadero significado del sábado. Pensaban que lo único que importaba era no trabajar y dejaban de lado la salvación de las personas.

En Acción

¿Es posible hoy correr el mismo riesgo de reducir el sábado a un mero día de descanso pasivo? Piensa en ello. Y reflexiona en cuánto descanso produce aliviar el sufrimiento de las almas dolientes.