23 de septiembre | TODOS
«Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Luc. 16: 13).
Alguien dividido se desintegra, no es feliz, va implosionando por dentro. Los que le rodean pueden no saberlo, pues solo juzgan por lo que ven, pero eso poco importa. Lo que determina la paz interior es saber a quién sirves de verdad. De quién eres y a quién le has entregado tu corazón.
Al decir «Ningún siervo puede servir a dos señores», Jesús no se refería a que alguien no pueda tener dos empleos. Era una ilustración propia de la cultura de sus días, en la que había amos y esclavos, a quienes los primeros solían exigir una lealtad exclusiva. Él siempre usaba figuras que el público entendiera. Hoy, seguramente usaría otros tipos de ilustraciones.
Al negar que fuera posible servir a dos amos al mismo tiempo, lo que en realidad enseñaba es que en la vida espiritual no se puede servir a Cristo y a otro señor a la vez. Hay que optar entre ambos.
Jesús se refiere específicamente al dinero, las riquezas, como el otro señor. No es tanto que el seguidor de Cristo no pueda ser rico, sino que es problemático serlo porque fácilmente caemos en el amor al dinero. Un amor que acaba siendo esclavitud.
El dinero que domina al ser humano se transforma en maldición. Endurece su corazón y paraliza sus emociones. En las manos de un fiel hijo de Dios, sin embargo, puede ser una gran bendición para el servicio de la humanidad y para la gloria divina. Siempre, claro, desde esa fidelidad al Señor.
En Acción
¡No temas trabajar y prosperar económicamente! Pero no te dejes dominar por el afán de acumular riquezas, de manera que te conviertas en su esclavo. A riesgo, además, de oprimir y esclavizar a otros a causa de ello. Canta “Fiel en lo muy poco” (si es posible, con tu familia).