25 de septiembre | TODOS
«Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día, porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra» (Luc. 21: 34-35).
La expresión «Mirad por vosotros mismos» no se refiere a observar algo simplemente con los ojos físicos, sino más bien con los del alma. Es una invitación a la reflexión, a considerar el propio proceder sin prisa, a analizar y pensar. El consejo de Jesús alude a que tenemos tendencia a vivir con liviandad espiritual. La mayoría de los seres humanos vive como si esta vida no fuese a acabar nunca. Pero el Señor advierte que el día final «como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra».
Este mundo y esta vida no son todo. No es posible seguir la corriente del inmediatismo y vivir solo para la glotonería, la embriaguez y las preocupaciones pasajeras del día a día. Existe un mañana, un día eterno para el cual todos deberían prepararse, no sea que «venga de repente sobre vosotros aquel día».
En los días previos al diluvio, la gente vivía sin la mínima preocupación. Había un hombre llamado Noé advirtiendo al pueblo de la llegada del diluvio, pero nadie le hacía caso.
Jamás había caído una gota de agua del cielo. ¿Por qué debían preocuparse? Así que un día, se levantaron como cualquier otro día. Se dirigieron a sus lugares de trabajo, a la escuela y a sus diversas actividades sin sospechar que había llegado la hora. Y aquel día, el mundo desapareció arrasado por las aguas.
Ellos solo vivían preocupados por los afanes de esta vida y se olvidaron de prepararse para el día decisivo. Siglos después apareció el Señor Jesús invitando a hombres y mujeres a meditar profundamente en su actitud frente a la vida.
En Acción
Disfruta de la vida, ¡eso es bueno y saludable! Pero no permitas que los goces momentáneos te impidan reflexionar en el futuro. Es posible que necesites corregir el rumbo de tu vida. Mira a Jesús para que él te indique cómo hacerlo. Canta “¡Tened cuidado!” (si es posible, con tu familia).