29 de septiembre | TODOS
«Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás» (Juan 6: 35).
La multitud percibió aquella mañana que Jesús se había retirado al otro lado del mar y decidió buscarlo aunque eso llevase tiempo. Hombres, mujeres y niños partieron rumbo a Capernaúm para encontrar al Maestro. El día anterior, junto al mar de Tiberias, había sucedido algo sin precedentes. Jesús había alimentado a una multitud con apenas dos panes y cinco peces. ¡Extraordinario! Muchos pensaron que si Jesús fuese el Mesías sería maravilloso. Con semejante líder, nunca pasarían hambre o necesidad.
Al encontrarse frente a Jesús, aquella mañana, iniciaron una discusión teológica. Ellos querían saber qué pruebas tenía Jesús para afirmar que era el hijo de Dios. La conversación los llevó a los tiempos del éxodo cuando Dios alimentó al pueblo con maná. Inmediatamente pensaron en el pan material que el Señor había multiplicado el día anterior y suplicaron que les diese siempre de ese pan que alimenta el cuerpo.
Pobres seres humanos. Qué fuerte es nuestra tendencia a primar las necesidades presentes y terrenas. Olvidamos el hambre del espíritu que languidece por falta de alimento. En ese contexto se oyó la voz del Maestro pronunciando las palabras del versículo de hoy.
Viajando por el mundo e invitando a las personas a entregarle el corazón a Jesús, he visto gente de todas clases: millonarios, pobres, cultos, iletrados, gente famosa y ciudadanos anónimos. Todos con hambre, corriendo a los brazos de Jesús.
Años después los he reencontrado felices y realizados. Solo Jesús es capaz de llenar el vacío del alma y restaurar la vida deshecha de un pobre pecador. Ese Cristo maravilloso es tuyo. Puede ser tuyo si le abres las puertas de tu corazón y te entregas a él reconociendo que tienes hambre y sed de justicia.
En Acción
Si a pesar de ser cristiano (nominal) desde hace tiempo sigues notando un vacío en tu corazón, quizá todavía necesitas ir a Cristo de verdad. Solo eso puede saciar tu «hambre», ¡él es el Pan de vida! Canta “El pan de vida” (si es posible, con tu familia).