1 de octubre | TODOS
«Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas» (Juan 10: 14-15).
Pastor y ovejas caminan juntos por las laderas de Galilea. El pastor las ama, y ellas, instintivamente, se sienten seguras y lo siguen. Hay una relación estrecha de confianza y amor entre ambos. En las noches el pastor no las abandona en el campo y se va a descansar a la comodidad de su casa, sino que pernocta con ellas para defenderlas de las fieras nocturnas. Sabe que son incapaces de defenderse solas y que serían fáciles víctimas de cualquier depredador. Por eso las cuida y está dispuesto a ofrecer su vida por ellas si fuera necesario.
Jesús tomó esa figura del pastor y las ovejas para ilustrar y enseñar que la vida cristiana es una experiencia de amor permanente entre él y sus seguidores. Existe una relación de conocimiento personal. El cristianismo no es una simple religión, y ser un buen cristiano no es meramente asistir a la iglesia una vez por semana y cumplir un código de conducta. Es más que eso. Es caminar con Jesús todos los días, cada instante, en todo tiempo. Enfrentar los desafíos que la vida presenta, con la seguridad de que no estamos solos, sino que el Buen Pastor está a nuestro lado dispuesto a defendernos.
El apóstol Juan, que registró este discurso de Jesucristo, vio años más tarde en visión a los redimidos siguiendo a Jesús por dondequiera que fuera; esto significa que, si deseamos ser seguidores de Jesús en el reino de los cielos, necesitamos aprender a seguirlo en esta tierra.
En Acción
Haz de tu experiencia cristiana una relación de amor con el Buen Pastor: despierta de mañana y conversa con él, cuando salgas a la calle ve con la certeza de que él va contigo, no temas al futuro pues él te apacienta. Canta “El buen pastor” (si es posible, con tu familia).