5 de octubre | TODOS
«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16: 33).
La hora final del sacrificio de Cristo se aproximaba. En breve Jesús se retiraría para interceder en oración por sus discípulos. Ellos tal vez no entendiesen por completo lo que iba a suceder, pero presagiaban nubarrones de tristeza. Estaban inquietos, preocupados y angustiados. Jesús, al verlos en ese estado, les dijo: «Estas cosas os he hablado». Este es el fin de su discurso. Ya no habrá más sermones ni exhortaciones. El amor teórico se haría realidad de sangre en el madero levantado en una montaña solitaria.
El fin del discurso no es una simple promesa sino un ofrecimiento. Jesús no promete paz a sus discípulos, sino que se la ofrece. No es solo esperanza, se hace realidad. La paz está presente en su persona. Quien la desee la puede obtener. No necesita explorar caminos desconocidos, ni transitar senderos peligrosos. Solo es necesario extender la mano y apropiarse de ella. «Para que en mí tengáis paz», les dice.
Jesús es la única fuente de paz; sin embargo, la paz que ofrece no significa ausencia de conflictos o dificultades. «En el mundo tendréis aflicción», añade. Aún vagamos por el desierto de este mundo de pesares. Desde la entrada del pecado, la tierra se ha vuelto hostil y salvaje. Ya no es nuestro hogar. No es nuestro destino final. Solo somos extranjeros y advenedizos en un mundo de dolor, tristeza y lágrimas. Pero eso no es razón para atemorizarse y creer que todo está perdido. «Yo he vencido al mundo», declara el Maestro.
La victoria es segura. Pero solo es segura en él. Sin Cristo no hay paz, ni victoria. La victoria es el fruto maduro de un corazón que rebosa paz. Y ambas se encuentran solo en Jesús.
En Acción
Pocos textos aportarán más consuelo que el versículo de hoy. En él Jesús no nos pinta la vida de color de rosa, pero nos llena de aliento al reafirmarnos cuál es la fuente de paz. ¡Búscala cada día!