6 de octubre | TODOS
«No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad» (Juan 17: 15-17).
La luna se esconde mientras Jesús ora. Las estrellas también desaparecen y Jesús sigue orando. Rodillas en tierra, rostro levantado, mirando al cielo y contemplando la gloria del Padre. Abre su corazón y alza su voz al trono celeste. Él es Dios, pero se ha hecho hombre para alcanzar al hijo amado hundido en el abismo del pecado, para rescatarlo y llevarlo de regreso al Padre.
Ahora sabe que ha llegado el momento final. La muerte se aproxima cruel e inexorable, se arrastra parsimoniosa como una serpiente al acecho de la indefensa víctima. Por eso Jesús se ha retirado al monte y ora. No por él, sino por sus discípulos, y a través de ellos por todos nosotros.
«No te ruego que los quites del mundo», dice. Pasar por este mundo de aflicciones y dolores es necesario. Israel también caminó durante años por el desierto desolador para llegar a la tierra prometida. Nosotros ya estamos a las puertas de Canaán, pero todavía estamos en este mundo. En él nos movemos y por él transitamos. Respiramos sus bacterias, pisamos su suelo inmundo, caminamos por sus polvorientas sendas. Es necesario que sea así, «no los quites del mundo».
¿Significa que estamos abandonados en esta tierra donde el mal parece reinar soberano? ¡No! ¡Claro que no! Jesús oró por nosotros pidiéndole al Padre que nos guardase del mal y, después, nos entregó el instrumento poderoso de protección: «Santifícalos en tu verdad, tu palabra es la verdad».
Cada vez que abres las Sagradas Escrituras y meditas en ellas, creces espiritualmente y te fortaleces para no ser tragado por las arenas movedizas del mundo. ¿Con qué limpiarás tu camino? Con guardar su Palabra (cf. Sal. 119: 9).
Por tanto, guarda en tu corazón sus dichos, para no ser engullido por el mar embravecido de esta vida.
En Acción
Jesús no te pide que te encapsules en una burbuja («religiosa», eclesiástica…) sino que te mantengas en el mundo. Eso sí, unido a él. Para que lo que disfrutes e irradies sea el bien. Canta “Tu Palabra es verdad” (si es posible, con tu familia).