10 de octubre | TODOS
«Pedro les dijo: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo”» (Hech. 2: 38-39).
¿Qué significan el arrepentimiento y el bautismo en la experiencia del converso? El desafío que Pedro presentó a los judíos aquel día involucraba dos acciones: arrepentirse y ser bautizado. Arrepentirse implica un cambio de visión sobre la vida, reconociendo que el camino seguido hasta ahora conduce a la muerte; dar, pues, media vuelta, y tomar el camino correcto. Supone dejar el estilo de vida egoísta y pecador y empezar una vida nueva centrada en Jesús, para servir a los demás y para glorificar a Dios. Cambia la manera de pensar, los actos se vuelven coherentes, equilibrados y sensatos. La persona arrepentida ya no se deleita en flotar en las aguas inmundas del pecado, sino que busca las cristalinas fuentes de la santidad.
No se trata de un falso ropaje de puritanismo. Es más bien el fruto maduro de la fe que aparece en la vida de quien se encuentra personalmente con Jesús y se libra así de su ceguera espiritual. De este modo la persona comprende que vivía en el error, centrada en sí misma y en la maldición de vivir solo para los instintos carnales del cuerpo.
Después de arrepentirse, llega el bautismo del agua, como declaración pública de amor por Cristo, y confesión de fe. El bautismo simboliza que la persona arrepentida, además de aceptar abiertamente que Jesús murió en la cruz por ella, muere la muerte de Cristo. Su cuerpo se sumerge en el agua así como el cuerpo de Cristo fue sepultado en la tierra; y, así como Jesús fue levantado de la muerte para resurrección de vida, el pecador arrepentido y sumergido en las aguas de la gracia divina renace para una nueva vida de victoria y santidad.
En Acción
El bautismo de agua anuncia públicamente que ya has experimentado el arrepentimiento. Es parte de tu testificación tras aceptar a Jesús. Por eso, cuando va acompañado de una experiencia real, vale tanto la pena. Canta “¡Arrepentíos!” (si es posible, con tu familia).