16 de octubre | TODOS
«Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios» (Hech. 20: 24).
¿Qué hacer ante las tormentas de la vida? ¿Enfrentarlas a pesar de los riesgos, o correr para salvar tu vida? En su tercer viaje misionero, Pablo paró en Mileto. Desde allí pidió a los líderes de la iglesia de Éfeso que se reunieran con él, y entonces les dio su último mensaje antes de partir hacia Jerusalén, donde, finalmente, sería preso y enviado a Roma para ser juzgado.
Pablo conocía los peligros que le esperaban en Jerusalén. Los líderes religiosos lo acusaban de minar los fundamentos del judaísmo y estaban dispuestos a tomar medidas enérgicas para silenciarlo. En ese contexto el apóstol declara que no le preocupa tanto salvar su vida como acabar alegremente su carrera cristiana, y cumplir la misión que Dios le confiara.
No significa que a Pablo no le importase su vida. Él sabía que la vida es un don precioso que merece ser cuidado para honra y gloria de Dios. La lección que él nos enseña aquí es que el camino del cristiano es un sendero lleno de dificultades e inconvenientes, de peligros y amenazas. No es fácil terminar la carrera ni cumplir la misión, pero esos peligros no deben ser disculpa para zafarse de las responsabilidades. Lo que otros estén dispuestos a hacer contigo o contra ti no es argumento para huir o esconderse.
No hay mejor remedio para conciliar un sueño tranquilo que la satisfacción del deber cumplido y dormir confiado en el poder protector del amor de Cristo. Afuera pueden soplar vientos tempestuosos. La tormenta puede ser amenazadora. Tal vez la gente corra despavorida, pero tú sabes en quién has creído, de dónde vienes y hacia dónde vas. Tú conoces las promesas divinas y sabes que aunque pases por el fuego no te quemarás, y que si pasas por las aguas no te ahogarás, porque Dios está contigo.
En Acción
Con la seguridad que te infunde el poder de Dios, no dudes en superar obstáculos para cumplir la misión que sientes que el Señor te ha asignado. La paz en tu vida será fruto de esa confianza que te hace inmune a las circunstancias adversas.