17 de octubre | TODOS
«Cuando fue de día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran dado muerte a Pablo» (Hech. 23: 12).
Ojos ladinos, rostro marcado por el rencor y el odio, sonrisa que más parecía ser una mueca macabra. Así era la turba que se lanzó contra Pablo. La gente religiosa puede ser muy cruel y despiadada, tanto o más que los no creyentes. No atiende a razones ni explicaciones. Aquel día, dice el relato, «algunos de los judíos tramaron un complot».
El verbo ‘tramar’ significa urdir, confabular, conspirar y planear en secreto acciones sórdidas y malévolas. Una actitud propia de gente sin muchos escrúpulos. En el caso de las personas que se confabularon para matar al apóstol, se trataba de creyentes. Paradójico.
El mensaje implícito en esta historia es que, en muchas circunstancias, la religión se puede usar como disfraz de la verdadera naturaleza de personas que no han tenido un encuentro personal con Cristo. Es posible utilizar los ritos religiosos como medio «santo» para planes perversos. En el caso que nos ocupa, decidieron ayunar hasta que hubieran matado a Pablo.
¿Ayunar antes de atentar contra una vida? ¿Cometer atrocidades en el nombre de Dios?
Este mensaje no es para otros. Es algo en lo que yo debo reflexionar. ¿Hasta qué punto soy solo un «religioso»? ¿Soy realmente un cristiano transformado por Jesús?
El relato termina presentando la maravillosa intervención divina para salvar la vida de Pablo. Dios nunca abandona a sus hijos. Las circunstancias pueden ser las más terribles e inquietantes, pero el Señor vela por aquellos que lo aman y desean servirle.
En Acción
Dedica hoy un tiempo de calidad a plantearte si tu vivencia espiritual está bien fundamentada en Jesús o si solo consiste en formalidades. Te ayudará a discernirlo el saber si tu énfasis se pone en cosas que hacer o no hacer, o en tu estrecha relación con Dios.