18 de octubre | TODOS

El testimonio de una vida transformada por Jesús

«A mediodía, rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba y decía en lengua hebrea: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”» (Hech. 26: 13-14).

¿Qué es más importante para defender una idea, la vida o la palabra? Ante el rey Agripa, Pablo no se detuvo a presentar argumentos teológicos para defenderse, sino a relatar la historia de su conversión. Él sabía que el argumento más poderoso en favor de una idea son los hechos. En su caso, los de su vida transformada. Por eso Pablo relató su encuentro con Cristo, sus luchas, la sinceridad con la cual persiguió a los cristianos, sin saber que en realidad estaba persiguiendo a Jesús.

¡Qué bueno es Dios que no desiste nunca! Te llama con amor y, si no le haces caso, te sigue llamando. Muchas veces permite que las circunstancias te lleven a una encrucijada para que entiendas que no puedes continuar huyendo de él, pero te sigue llamando. Dios sabe que sin él no podrás ser feliz por más que lo intentes a tu manera.

En el caso de Saulo de Tarso, el Señor se le apareció en forma de una luz brillante, más deslumbrante que el sol de mediodía. Pablo cayó a tierra, enceguecido por el resplandor, besó el suelo, comió el polvo, su orgullo fue completamente desbaratado y la voz de Jesús le dijo: «Dura cosa te es dar coces contra el aguijón».

Atrévete a golpear a puño limpio una pared llena de aguijones y quedarás con la mano ensangrentada. Jesús es el muro indestructible, el aguijón de los rebeldes. Puedes huir de él mientras te quede una chispa de vida, puedes negar su existencia o argumentar contra el evangelio, pero en el fondo sabes que estás dando coces contra el aguijón. Pareces un niño escapando del Padre para, al cabo de un tiempo, caer exhausto y llorando por falta de protección.

En Acción

Quizá hayas notado aspectos inconsistentes en tu visión de Dios y en tu vida espiritual, pero sigues actuando igual por inercia. Si es así, ¿cuándo afrontarás tu realidad? ¡Entrégale hoy la vida a Jesús! Es fácil, ¡abre las puertas de tu corazón y déjale entrar!