20 de octubre | TODOS
«No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego, pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: “Pero el justo por la fe vivirá”» (Rom. 1: 16-18).
Roma era una ciudad cosmopolita atiborrada de filosofías humanas. Argumentar, en medio de aquel mundo sofisticado, que alguien pudiese salvarse por creer en el evangelio presentado por un judío humilde, proveniente de una colonia del poderoso imperio, no pasaría de ser visto como una locura. Sin embargo, Pablo dijo: «No me avergüenzo del evangelio». La razón por la cual Pablo no se avergonzaba es el poder del evangelio. La palabra poder viene del griego dinamis, de donde obtenemos la palabra latina «dinamita». El evangelio es la dinamita divina que elimina los obstáculos del camino de los que creen.
El evangelio no es una teoría más en medio de tantas otras. Se centra en una persona y no en una idea, o simple concepto humano. La persona maravillosa de Jesús se alza de principio a fin. En él se concentran las esperanzas humanas. Sin Cristo no hay evangelio. Él es la buena noticia de que, aunque todos hemos pecado y estamos condenados a muerte, hay salida para nuestra triste condición. Jesús es la salida.
Sin embargo, para que el evangelio transforme la situación del ser humano, es necesario creer, ejercer fe, depositar la confianza en el autor y consumador de la propia fe, que es Cristo. El drama humano es que parecemos capaces de creer en todo menos en el poder perdonador y transformador de Jesús.
Encontré una noche a un hombre alto y fuerte, llorando. Me abrazó emocionado y me susurró al oído: «Sé que necesito creer pero no puedo. Mi corazón es duro como una piedra. Por favor, ayúdeme a creer». Su hogar estaba destruido, su negocio había fracasado y un cáncer asesino devoraba su vida, pero no lograba creer en el poder del evangelio.
En Acción
Creer diferente que la mayoría te hará sentir incómodo en más de una ocasión, pero te llenará de seguridad saber que tu fe tiene bases sólidas (Jesús) y produce frutos transformadores. Por eso Pablo hablaba del «poder» del evangelio. Canta “El justo por la fe vivirá” (si es posible, con tu familia).