22 de octubre | TODOS
«Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación que produce vida […], porque así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reinará por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro» (Rom. 5: 18, 21).
¿Alguna vez te has preguntado por qué necesitamos salvación? En realidad, ¿de qué necesitamos salvarnos? O, ¿por qué Jesús murió en la cruz para salvarnos? Para responder estas preguntas necesitamos entender la condición espiritual del ser humano natural. Pablo es enfático al declarar que la condenación vino sobre todos nosotros a raíz del pecado de Adán. Esta es la más triste realidad. Suena cruel y pesimista, pero es incontestable.
Todos pecamos. La condenación pasó a todos. No hay hombre o mujer en este mundo que pueda decir que sea bueno. Es posible que logre hacer cosas buenas, pero no es bueno. Personas malas también hacen cosas buenas. Pero lo que Pablo dice es que desde la entrada del pecado todos somos interiormente malos. No importa lo que nosotros o los demás piensen al respecto, sino la tendencia real de nuestro corazón. Una tendencia que Dios conoce. Él nos sabe caídos, pero justo por ello se propuso levantarnos.
De hecho, frente a esa situación, todos estaríamos perdidos sin remedio de no ser por Cristo, cuya justicia es capaz de justificar a quienes carecemos de justicia. ¿Y cuánto pagamos por ello? ¡Nada! Es por gracia, la cual vence para darnos la vida eterna, como remata Pablo en el texto de hoy.
En Acción
No creas a quienes ponen más énfasis en el pecado que en la gracia divina, ¿acaso ese es el énfasis de Pablo? No dejes que sea el miedo a la condenación, sino la alegría de saber que Dios te ama, lo que te impulse a echarte en sus brazos. Canta “Gracia sobreabundante” (si es posible, con tu familia).