26 de octubre | TODOS
«¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? […] Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Rom. 8: 35, 37).
Los primeros años de la iglesia cristiana fueron años de persecución y muerte. Sin embargo, la sangre de los creyentes era como el agua que regaba la semilla del evangelio para que germinara, fructificara y se esparciera por el mundo conocido de esos tiempos. El mismo apóstol Pablo, antes de su conversión, había sido uno de los perseguidores. En los años siguientes, los líderes del Imperio romano harían que los cristianos fueran devorados por las fieras en los circos o quemados como antorchas humanas.
Ante las dificultades que se avecinaban, el apóstol Pablo se plantea en el texto de hoy si acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo. Esa es la maravillosa realidad para los que desean ser fieles a Jesús. Muchos factores pueden minar su fe, pero se nos asegura que no debiera ser así, pues ninguno de ellos hará que Dios deje de amarnos; es más, no nos separarán de su amor, lo que significa que podremos seguir experimentándolo.
Los tiempos ya no son los bíblicos, pero hoy sigue siendo así. No enfrentamos peligros de espada, no nos llevan a un coliseo para que las fieras hambrientas nos devoren mientras el público aplaude. Sin embargo, podemos ser ridiculizados por causa de nuestra fe. Las puertas de los empleos tal vez se nos cierren. Los compañeros de la universidad tal vez nos miren con sonrisa burlona. Muchos proclaman que todos tienen derecho a pensar y decir lo que quieran, pero, si hablas del evangelio, puede ocurrir que no seas una persona «evolucionada».
En Acción
Pablo te desafía a ser fiel a Jesús, a no separarte de él, pues ya eres vencedor por medio de Aquel que te amó desde la eternidad. Con su amor incondicional a tu disposición, tienes las espaldas bien cubiertas. ¿Aun así temerás? Canta “¿Quién nos separará?” (si es posible, con tu familia).