31 de octubre | TODOS
«Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla» (1 Cor. 10: 12-13).
La vida es una carretera peligrosa, llena de curvas cerradas y agujeros traicioneros. El conductor necesita tener los ojos bien abiertos y el alma despierta a fin de evitar percances en el camino. Conductores que se consideraban hábiles y experimentados han tenido un final trágico por un momento de descuido.
En línea similar, como vemos en el texto de hoy, Pablo advierte contra la excesiva confianza. Nadie es suficientemente diestro en la vida para darse el lujo de dormirse en los laureles creyendo que la derrota pertenece solo a los débiles e incapaces.
Todos, más tarde o más temprano, encontraremos pruebas y tentaciones con riesgo de caída. Cuando algo así llegue a nuestra vida, recordemos que, aunque pudieran parecerlo, nunca serán situaciones sobrehumanas; y que, en medio de ellas, Dios nos acompañará para que podamos superarlas. Insistamos, una vez más, en que la promesa divina no es que siguiendo a Dios no habrá problemas, sino que él estará a nuestro lado cuando los haya.
Mi hijo mayor tenía tres años cuando tuvieron que aplicarle una inyección. La enfermera entró aguja en mano y le dijo sonriendo que no le dolería, pero él me miró angustiado preguntando si era verdad o no lo que la enfermera le decía. Yo le di mi mano y susurré a sus oídos: «Hijito, te va a dolor un poco, pero yo aquí estoy contigo, enfrentaremos el dolor juntos».
En Acción
Eso es lo que Dios te dice en este momento: «Hijo mío, no estás solo. Yo estoy contigo y juntos afrontaremos esta dificultad». ¿No es una linda promesa? ¡Enfrenta pues la prueba o tentación seguro de que, en Cristo, saldrás victorioso! Canta “Mire que no caiga” (si es posible, con tu familia).