2 de noviembre | TODOS

El Dios de toda consolación

«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios» (2 Cor. 1: 3-4).

¿Te has preguntado por qué sufren los hijos de Dios? La pregunta correcta debería ser: ¿Para qué? El sufrimiento en la vida de los que temen al Señor tiene muchos propósitos, y Pablo nos recuerda que uno de ellos es que, cuando lo padezcamos, Dios nos consolará y eso nos servirá de referencia para después consolar a otros que también sufran. 

Es decir, en el texto de hoy está implícito que el Señor permite que el dolor nos visite porque esa experiencia, y la del consuelo divino subsiguiente, nos hará comprender y ayudar mejor a los demás, los cuales también tendrán experiencias de dolor.

En cierta ocasión un pastor resultó accidentado y fue llevado al hospital, donde permaneció internado por algunos días. Acostado en la cama, se preguntaba muchas veces: «Señor, ¿por qué?». Al principio no entendía la razón de su accidente, ya que tenía tantos compromisos con la iglesia durante esa semana. Pero en el hospital, donde aparentemente «no podía hacer nada», tuvo la oportunidad de mostrar a Jesús y hablar de él a la familia entera de otro paciente, que compartía el cuarto con él. Meses después, cuando tuvo la alegría de bautizar a aquella familia, entendió el propósito de Dios al permitir que él fuese al hospital.

Hay momentos en la vida en los cuales no sabrías cómo conducirte ni qué palabras decirle a una persona que sufre si no hubieras pasado antes por el mismo dolor. A eso se refiere Pablo en el texto de hoy y por eso bendice al Señor en sus pruebas como «Dios de toda consolación».

En Acción

Buena parte de la sabiduría de la vida se basa en extraer lecciones de las pruebas, y de cómo nuestro amoroso Padre nos consuela en medio de ellas. ¿Tienes tú experiencia en ello? ¿Estás dispuesto a usarla en beneficio de otros? Canta “El Dios de toda consolación” (si es posible, con tu familia).