5 de noviembre | TODOS

¿Qué ocurre cuando el amor de Cristo te constriñe?

«El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron. […] De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas» (2 Cor. 5: 14, 17).

Estábamos perdidos. Todos. Sin excepción. Jesús podría habernos dejado a merced de nuestro destino de muerte. A fin de cuentas, era un sendero elegido por el ser humano. Era la consecuencia natural de nuestra rebeldía. ¿Qué éramos nosotros en el vasto universo sino un grano de arena? Pero su amor nos extendió la mano. Nos sacó del abismo, de la soledad, de la desesperación y de la culpa. ¡Jesús nos amó hasta la muerte!

Él no fue un filósofo que analizó en profundidad el tema del amor. Tampoco un poeta que escribió una oda al amor. No compuso dulces melodías románticas. Él mostró el amor escrito con las gotas de su sacrificio. Entró sin temor en el mundo pantanoso de la muerte y nos rescató de sus redes siniestras. Pagó el precio de nuestra libertad. Se humilló y murió como el peor de los delincuentes.

Su discurso sobre el amor era su vida misma. Nadie puede decir dónde terminan sus palabras y comienzan sus hechos. O dónde terminan sus hechos y empiezan sus palabras. Sus hechos eran palabras, y sus palabras, hechos. ¡Bendito amor de Jesús! Por eso dice Pablo que el amor de Cristo nos constriñe. ¿Cómo no iba a hacerlo? ¿Qué corazón permanecería insensible a la grandeza de ese amor? La reacción de cualquier corazón sería amarlo también.
Y sin embargo, el corazón rebelde se niega. Se vuelve roca dura como pedernal, y no se rinde.

No lo hará jamás por mucho que lo intente, a menos que Dios haga añicos la piedra. Y esa es justamente la promesa divina. De ahí que Pablo diga: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas».

En Acción

Ve a Jesús. Dile que deseas vivir para él pero no tienes fuerzas para hacerlo. Entrégale todo tu ser, de manera que este muera y el Espíritu dé lugar a una nueva criatura. Canta “Si alguno está en Cristo” (si es posible, con tu familia).