31 de enero | TODOS
«Así, pues, Bezaleel y Aholiab, y todo hombre de talento a quien Jehová haya dado sabiduría e inteligencia para saber hacer toda la obra del servicio del santuario, harán todas las cosas que ha mandado Jehová» (Éxo. 36: 1).
Dios escogió a Bezaleel y Aholiab, artesanos extraordinarios, porque la construcción del santuario demandaba perfección. Cada mueble y cada utensilio eran importantes. En el patio, se encontraba el altar de bronce. Allí se ofrecían los sacrificios y se vertía la sangre de los animales. El altar nos habla de Cristo; los sacrificios, también; el sacerdote simboliza a Cristo. Todo lo que sucedía en el altar simbolizaba el sacrificio que Jesús haría en la cruz.
La fuente de bronce, que estaba entre el altar y el tabernáculo, la mesa de los panes, el candelero, el altar de oro, todo se refería a Cristo y su obra redentora e intercesora.
En el lugar santísimo destacaba el arca. Encima de él, se alzaba el propiciatorio, representando la presencia de Dios con su pueblo. Dentro del arca estaban las tablas de piedra con los eternos principios de su ley. Aunque el pecado había quebrantado estos principios, seguían siendo eternos y sagrados. La obediencia a su ley no nos salva, pero con su sacrificio en la cruz Jesús tornó posible nuestra redención.
Así como el pueblo se encontraba con el sacerdote en el santuario y este efectuaba la intercesión entre el pueblo y Dios, hoy Jesús es el camino para llegar al Padre. Jesús se encuentra en el santuario celestial, siempre a nuestra disposición: a través de sus méritos somos hechos justos y puros delante de él.
En Acción
El perfecto amor de Dios te espera para transformarte. Acércate hoy a él y confiésale tus pecados y problemas. Paz y renovación serán el fruto de tu estrecha relación con Jesús.