7 de noviembre | TODOS

Cuando el poder se perfecciona en la debilidad

«Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo» (2 Cor. 12: 9).

En los versículos anteriores, Pablo expone la lucha entre dos personas que habitan dentro de él. El hombre carnal que intenta llevarlo a gloriarse de las maravillas que Dios ha hecho en su vida, y el espiritual, que desea rendir gloria a Dios por su gracia y misericordia. Pablo dice entre otras cosas: «Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí» (2 Cor. 12: 7-8).

Muchos creen que ese «aguijón en mi carne» era un problema físico, pero, por el contexto, también podría inferirse que Pablo se refiere a algún aspecto de su naturaleza pecaminosa que estimulaba en su ser el orgullo y la vanagloria. El siervo de Dios suplicó, muchas veces, ser librado de ese «mensajero de Satanás». Una lucha terrible que lo hizo a exclamar un día: «Miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?» (Rom. 7: 24).

La respuesta divina a su clamor, como leemos en el texto de hoy, fue: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». ¡Cuánta sabiduría en unas pocas palabras! Cuando nos sentimos fuertes, creemos inconscientemente que no necesitamos de Dios. Nos consideramos victoriosos, confiamos en nuestro autodominio o en nuestra fuerza de voluntad; pero cuando caemos y besamos el polvo de la derrota, recordamos que no hay nada de bueno en nosotros, y entonces la gracia divina se manifiesta a raudales.

Pablo, en el versículo de hoy, concluye enfatizando que prefiere sentirse débil para así dejar que obre el poder de Cristo en él. Eso es gracia. 

En Acción

No eres lo bastante fuerte, no puedes ganar la batalla espiritual por ti mismo; pero, si se lo permites, Dios lo hace todo en ti, simplemente porque te ama. ¿Le dejarás hacerlo? Canta “Bástate mi gracia” (si es posible, con tu familia).