9 de noviembre | TODOS
«Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu» (Gál. 5: 22-25).
¿Alguna vez te has preguntado por qué a pesar de esforzarte mucho en andar en los caminos de Dios y en ser paciente, humilde, manso y tolerante, te descubres, dolorosamente, avanzando en la dirección contraria?
El texto de hoy aporta las claves: esas cualidades no pueden ser producto de tu esfuerzo, sino el fruto del Espíritu. Si lo recibes, será porque has accedido a «andar por el Espíritu» y ya no por «la carne», en coherencia con el nuevo nacimiento. La entrega de tu voluntad dará paso a ese fruto de amor, gozo, paz, paciencia…
Fíjate en que no existen varios frutos del Espíritu. La Biblia habla de un solo fruto que tiene diferentes facetas. Si amas, tendrás gozo y paz en el corazón y el resultado será la paciencia, la benignidad, la mansedumbre, etcétera. Sin embargo, es necesario entender que el Espíritu es uno con Dios el Padre y con el Hijo Jesucristo. Por tanto, andar con el Espíritu es andar con Dios y con Jesucristo. A partir de ahí, la transformación de nuestro carácter será extraordinaria. «Si Cristo está en nosotros, crucificaremos la carne con sus afectos y concupiscencias» (Elena G. White, Manuscrito 9, 1880).
El resultado de esa vida de compañerismo constante con el Espíritu es el fruto que hace del cristiano fuente de vida que brota para vida. Pero recuerda que el fruto es fruto, consecuencia y resultado. Es efecto y no causa. No andas con el Espíritu porque eres paciente, sino que eres paciente porque andas con el Espíritu. Tú solo permaneces conectado a la vid, y las uvas aparecen naturalmente.
En Acción
Ten paciencia contigo mismo. El fruto nunca aparece de un día a otro. La lechuga puede ser cosechada en tres semanas, pero la naranja solo en dos años y el palmito en cuarenta. No se espera de ti que produzcas el fruto, sino que permanezcas en Cristo. Canta “El fruto del Espíritu” (si es posible, con tu familia).