10 de noviembre | TODOS

Cómo es vivir en familia y unidad

«Por eso, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo» (Efe. 2: 19-20).

¿Tiene sentido levantar la bandera de Cristo para posicionarse en contra de aquellos que no piensan igual que nosotros? La respuesta categórica es no. No tiene sentido. No puede tenerlo. Cristo vino al mundo a derribar los muros que generan división y muerte, porque una familia dividida es un grupo de personas que muere consumida por el virus de la separación, el resentimiento y el rencor. No tiene paz. Sus miembros no se aceptan aunque lleven el mismo nombre y la misma sangre.

Cuando Jesús llega a la vida, lo primero que hace es barrer el egoísmo, el exclusivismo, el nacionalismo, el sectarismo y otros ismos parecidos. El carácter del Maestro se refleja en los discípulos y estos aprenden a amarse y a soportarse. Puede haber diferencia de pensamientos. La unidad no significa uniformidad. Pero ideas diferentes conviven dentro del mismo cuerpo espiritual, justamente porque sus miembros son espirituales.

En los días de Pablo, la iglesia cristiana se encontraba en pleno comienzo de su desarrollo. Muchos judíos habían aceptado a Jesús como su Salvador y era lógico que llegaran a Cristo con una variedad de tradiciones y costumbres que los gentiles convertidos al cristianismo no tenían. Era lógico que hubiera diferencias entre judíos y gentiles. Pero ahora ambos grupos eran cristianos y debían aprender a convivir.

Por eso Pablo enfatiza el hecho de que si Jesús es la piedra angular del edificio llamado iglesia, sus miembros deben depender de él y aprender a vivir en él. «Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios».

En Acción

¿Eres capaz de convivir con personas que tengan ideas que no encajan con tu manera de pensar? Si encuentras que no te resulta fácil, mira a Jesús y pídele al Padre que te transforme a imagen del Hijo para dejar de albergar prejuicios.