11 de noviembre | TODOS

Un solo Señor, una sola fe

«Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos» (Efe. 4: 4-6). 

El tema de gran parte de Efesios es la unidad en Cristo. No es la unidad sin doctrina. La doctrina no es otra cosa que la enseñanza del maestro. Pero no ha de existir sin Cristo. Él es la piedra fundamental de la unidad y de la doctrina. Sin Jesús no hay unidad ni doctrina.

Pablo repite frecuentemente la expresión «uno» para referirse a la obra de Cristo que derriba muros y establece puentes. «Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación», dice (Efe. 2: 14). Paredes y muros no combinan con el cristianismo. No hay separación en Jesús. En él convergen todas las esperanzas y aspiraciones humanas. Los muros caen, los prejuicios desaparecen. Pasamos a vivir en un solo Espíritu, que moldea las emociones de los que a él se entregan y se dejan guiar por él.

Que alguien afirme que ha sido bautizado en el Espíritu sin ser capaz de tolerar a los demás es como que diga que ha caído al mar pero no se ha mojado. El Espíritu habla, enseña, muestra el camino, guía, pero no obliga, ni fuerza, ni arrastra. Jesús en su última oración intercesora por sus discípulos suplicó que el Espíritu llevase a su iglesia a la unidad. «Que sean uno», dijo, «como tú y yo somos uno» (cf. Juan 17: 22). Si abres el corazón a Jesús y suplicas que su Espíritu dirija tu vida, entenderás y vivirás en plenitud el significado de una sola fe y un mismo Señor.

Imagina una gallina abriendo sus alas para abrigar a sus polluelos. Bajo su protección todos son uno, a pesar de que siguen siendo todos. En Cristo, el todo se hace uno y cada ego desaparece en el todo. El único que aparece en su esplendor es Cristo. Él es el único Señor.

En Acción

No te empeñes en buscar la unidad formal, ni siquiera doctrinal. Únete a Jesús y fomenta la unidad en Cristo. Solo así desaparecerá el espíritu de discordia, disensión y lucha por el poder. ¡Entrégale el corazón a Jesús! Canta “Un solo Señor, una sola fe” (si es posible, con tu familia).