12 de noviembre | TODOS

Una armadura para ayudarte a vencer

«Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo, porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efe. 6: 11-12).

Es de noche. No hay luna, ni estrellas. Tal vez las haya, pero la niebla es demasiado densa y envuelve a la ciudad con su sábana oscura. En medio de las tinieblas aparece silencioso un personaje siniestro. La humanidad duerme. Duermen los hombres, las mujeres y los niños. El extraño ser se mueve de un lado a otro, tenebroso y maligno. Por increíble que parezca, es un ser muy conocido, bajo el nombre de diablo y Satanás.

Mucha gente cree que el diablo no es más que un mito o figura de ficción. Mi descripción anterior no tiene mucho que ver con la realidad. La Biblia lo describe como un ángel hermoso que se rebeló en el cielo y, después de fracasar en su lucha egoísta por apoderarse del trono de Dios, fue arrojado a la tierra. En el texto de hoy, y en alusión a los poderes demoniacos, Pablo advierte que hemos de estar prevenidos contra ellos, los cuales actúan desde una dimensión intangible para nosotros.

Si nuestra lucha fuese contra un ser de carne y hueso como nosotros, quizá el consejo del apóstol sería que nos alimentásemos bien e hiciésemos mucho ejercicio para resistir sus ataques. Pero para derrotar a una fuerza espiritual maligna, solo saldremos victoriosos si vestimos la «armadura de Dios».

Más adelante Pablo menciona, entre otras piezas de la armadura divina, a la oración, el conocimiento de la Palabra de Dios y al apresto del evangelio, que se refiere a buscar a una persona para hacer de ella discípula de Jesús. Si nos vestimos de esa armadura, el enemigo no podrá vencernos. Cristo ya lo venció en la cruz del Calvario.

En Acción

Aunque derrotado, el enemigo aún colea con peligro; pero si te mantienes unido a Jesús y te vistes la armadura de Dios, la victoria es segura y no tienes nada que temer. Canta “La armadura de Dios” (si es posible, con tu familia).