1 de febrero | TODOS
«Llamó Jehová a Moisés y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo: “Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Cuando alguno de entre vosotros presente una ofrenda a Jehová, podrá hacerla de ganado vacuno u ovejuno’ ”» (Lev. 1: 2).
Los campos y el tiempo se desnudaban de la niebla matutina mientras el israelita se dirigía al santuario llevando en sus manos una ofrenda de amor. En Israel no existía culto sin ofrenda. Ofrendaban a Dios por todo. Había ofrendas de gratitud, de adoración y loor, de restitución, de júbilo y alegría, y muchas otras. El pueblo ofrendaba animales limpios, como un cordero, un becerro, una tórtola, o palomas. En otras ocasiones, llevaba productos de la tierra. Todas esas ofrendas tenían como propósito conducir al ser humano de regreso a Dios.
Pese a las similitudes, el concepto de las ofrendas en Israel no era el concepto pagano, según el cual se ofrecían para calmar a los dioses airados. Las ofrendas eran para propiciar la aproximación de los hijos de Dios hacia él. Su utilidad de fondo, en última instancia, era expresar el vínculo de la criatura con su Creador. Un vínculo de amor creciente. Cualquier ser humano, al margen de su situación o estatus, ofrendaba. Su pecado y rebeldía lo habían alejado de Dios, apoderándose de lo que le pertenecía al Creador; luego, al percibir su conducta, regresaba arrepentido, llevando una ofrenda como expresión del reconocimiento de su dependencia del Todopoderoso.
El sacerdote, la congregación, el jefe de familia, o cualquier simple pecador… Todo aquel que pecaba se encontraba destituido de la gloria de Dios (es decir, mostraba que su carácter distaba mucho del carácter divino) y necesitaba volverse a él, portando una ofrenda. Esta debía ser sin mancha y sin defecto, porque representaba al impecable Señor Jesucristo. Nosotros también fuimos rescatados un día, no con cosas corruptibles como el oro y la plata sino con la preciosa sangre de Cristo como un cordero sin mancha y sin contaminación. La ofrenda que Dios espera hoy es nuestro ser entero, entregado en el altar de su servicio.
En Acción
Lleno de gozo porque Dios te ha salvado, desearás compartirlo como ofrenda de gratitud. Alienta hoy a quien lo necesite, dedícale una palabra de esperanza, dibuja una sonrisa en el rostro de un alma sufriente.