23 de noviembre | TODOS

¿Cómo entender el misterio de la piedad?

«Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria» (1 Tim. 3: 16).

Lo veo arrodillado en una noche oscura debajo de un olivo, sudando gotas de amor salpicadas de sangre. Lo escucho rogando a su Padre que, si es posible, lo libre de aquella terrible prueba. Lo observo sufriendo con la indiferencia de las personas rebeldes por las que está dispuesto a morir. Lo contemplo en la cruz, suplicando perdón para la raza ingrata que ama, y me pregunto una y otra vez: ¿Qué misterioso amor es ese?

¡Grande es el misterio de la piedad! No hay mente humana capaz de entender cómo un Dios eterno se manifestó en carne. Cómo el dueño y señor del vasto universo nació en un humilde pesebre, cómo el creador de todos los manantiales, de los mares y de los ríos se detuvo un día, cansado, junto al pozo de Jacob a pedirle a una pobre mujer pecadora que le diera de beber. ¡Grande es el misterio de la piedad!

¿Cómo entender que el Señor del conocimiento, la fuente de la eterna sabiduría, se volviera niño para ser enseñado y guiado por el Espíritu Santo? ¿Qué mente, por creativa que sea, podría haber imaginado que una hueste de ángeles acompañara a Jesús mientras caminaba por los polvorientos senderos de esta vida, vigilando sus pasos y protegiendo su fragilidad humana? Y que, después, ese Dios hecho carne muriese en una cruz humillante y al tercer día resucitara y fuera recibido en el cielo por millones y millones de ángeles que celebraron su regreso al palacio real. Sí, indiscutiblemente, ¡grande es el misterio de la piedad!

Pasarán los siglos y las edades. Se extinguirán los meses y los años. Desaparecerán los cantos de las aves. Huirán las montañas. Se secarán los mares y los ríos. Pero el amor de Dios perdurará. ¡Jamás mente humana alguna será capaz de entenderlo!

En Acción

La insistencia de Pablo en exaltar a Cristo tiene por objeto movernos a reflexionar en su carácter, manifiesto en todo lo que hizo por nosotros. Conocer a Jesús es fundamental para asemejarnos a él por el poder del Espíritu.