25 de noviembre | TODOS
«Porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición» (1 Tim. 6: 7-9).
Era bien tarde en la noche cuando Job cayó sobre sus rodillas y postrado ante Dios dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!» (Job 1: 21). Lo había perdido todo de golpe. Se encontraba solo y triste. Tal vez una voz misteriosa le soplase al oído la idea de que Dios lo había abandonado, pero aun así él declara con convicción: «¡Bendito sea el nombre de Jehová!».
Siglos después Pablo evoca en buena medida el mensaje de Job, como leemos en el texto de hoy. El secreto de una vida feliz consiste en que esta es incompatible con excesivas ambiciones materiales, las cuales nos hacen vivir angustiados por el futuro
Vivimos en un mundo consumista que parece buscar que nos sintamos infelices si no podemos comprar lo que nos muestra la publicidad. No es difícil comprender que se trata de una trampa, muy seductora porque tiene a su disposición las técnicas publicitarias más sofisticadas. Capaces de convertir en «necesidades» artículos prescindibles.
El escritor norteamericano Henry David Thoreau acostumbraba a decir que la verdadera riqueza de un hombre es proporcional a la cantidad de cosas sin las cuales es capaz de vivir. No es que tengas que aspirar a ser pobre de solemnidad, sino que has de aprender a vivir y ser feliz con lo que tienes y recibes de Dios.
En Acción
Vive cada día con la seguridad de que estás en los brazos de Jesús, y de que quien cuida de las aves cuidará también de ti. No sigas la corriente de las aguas mercantilistas y consumistas. ¡Sé libre! El Señor está contigo.