2 de diciembre | TODOS

Un Dios que te ama y te habla a través de su Hijo

«Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo» (Heb. 1: 1-2).

Agustín de Hipona era dado a reflexionar sobre la naturaleza de Dios para tratar de entenderla bien. Es muy conocida la historia sobre el encuentro del filósofo y teólogo con aquel niño que se dedicaba a llenar un hoyo en la playa con el agua del mar. 

A la pregunta del sorprendido Agustín sobre por qué hacía eso, el niño le explicó que estaba tratando de vaciar el mar pasando su agua a aquel hoyo. «¡Pero eso es imposible!», le replicó el filósofo. Y entonces el niño le dijo que aún más imposible era pretender desentrañar la naturaleza de Dios. Una gran lección.

Ningún mero ser humano ha sido capaz jamás de abarcar al Creador. Ni siquiera sus profetas llegaron a comprenderlo plenamente, mucho menos a contenerlo en sus revelaciones, a pesar de ser inspiradas por el propio Dios. Él siempre es más grande, no solo que sus criaturas, también que el conocimiento que estas puedan recibir de él. 

Lo maravilloso es que llegó un momento en que Dios, para revelarse, usó a su propio Hijo, «el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza» (Heb. 1: 3, RVA-2015). El salto cualitativo fue gigantesco: ahora sí podíamos saber, de manera cabal, quién es Dios realmente. 

Seguimos, por supuesto, sin ser capaces de descifrar todas las incógnitas sobre la naturaleza divina. No obstante, ya podemos conocer lo esencial: su singular carácter, resumido en la frase «Dios es amor» (1 Juan 4: 8, 16). Un carácter demostrado en la vida de aquel que es «uno» con el Padre (Juan 10: 30).

En Acción

Relee el texto de hoy junto con el versículo siguiente. ¿Has pensado en la diferencia que existe entre Dios hablando a través de los profetas y haciéndolo a través del propio Hijo, que es su misma esencia? Medita en ello y saca consecuencias. Canta “Dios habló” (si es posible, con tu familia).