3 de diciembre | TODOS
«No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Heb. 4: 15-16).
Alejandro Magno agonizaba de sed en el desierto de Gedrosia durante la conquista de Persia. Atrapado en las garras de las circunstancias, se vio tentado a abandonar la idea de conquistar el mundo. Se sentía agotado y sus soldados morían uno a uno. Pensó que no tenía más fuerzas para continuar y se sentó a la sombra de una roca esperando el momento fatal. La historia dice que mientras esperaba la muerte, vio a una hormiga, cargando una pajita e intentando vencer la dificultad de un montículo. Cayó una, dos, tres veces. Alejandro contó treinta y ocho veces hasta que el insignificante insecto logró vencer el obstáculo. Entonces se preguntó a sí mismo, avergonzado: «¿Puede una hormiga más que yo?». Y se levantó, arengó a sus soldados y, para bien o para mal, conquistó el resto del mundo conocido de sus días.
Un día el Señor Jesús se hizo humano como tú y como yo. Enfrentó las luchas, las tentaciones y los desafíos de esta vida, y salió victorioso. Él es capaz de comprender tus conflictos y fragilidades. Por eso el escritor bíblico nos dice hoy que podemos acudir a él para recibir su gracia y misericordia.
¡No te desanimes! La vida está tejida de luchas y dificultades. Si no fuese así, tal vez vivir no fuera desafiante. Al nacer, entraste en la batalla, pusiste tu mano sobre el arado.
Entonces sigue adelante, venciendo el calor del mediodía, el frío inclemente de la noche oscura, o la helada madrugada de tu propia inexperiencia. Alejandro no tenía a Dios en su vida y logró seguir adelante. ¿Por qué tú, guiado por Jesús, no lo harías? ¡No te desanimes! Aunque todo te parezca perdido. Hay agua en el fondo, continúa cavando. Muchos han muerto de sed a solo unos pasos para llegar al río. Faltaba poco, pero se desanimaron, y sus nombres se hicieron polvo en la carretera de la vida.
En Acción
Pregúntate hoy qué deudas morales albergas en tu corazón, qué lastres arrastras y te impiden avanzar alegre y confiadamente. Pídele a Dios que te ayude a localizarlas y luego confiésaselas sin temor. Finalmente, camina ya ligero en Jesús. Canta “Gracia para el socorro” (si es posible, con tu familia).