3 de febrero | TODOS

La consagración de Aarón y sus hijos

«Hizo, pues, Moisés como Jehová le mandó, y se reunió la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión. Y dijo Moisés a la comunidad: “Esto es lo que Jehová ha mandado hacer”. Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua”» (Lev. 8: 4-6).

Día bueno. Un día de felicidad y recogimiento para Aarón y sus cuatro hijos. Felicidad que no los exaltaba ni los hacía sentirse superiores. Recogimiento por saberse escogidos por Dios. Felicidad pura, sin residuos ajenos, como el agua más clara y transparente. Recogimiento sereno, santo, que hacía brillar la responsabilidad que se les iba a conferir. Los cinco estaban en la puerta del tabernáculo delante de la congregación y Moisés los lavó por mandato divino. Fueron purificados por el agua, pero al mismo tiempo humillados, al exponerse desnudos a los ojos del pueblo. No hay limpieza sin humillación. No existe sacerdocio sin purificación.

Los capítulos 8-10 de Levítico describen la ceremonia de ocho días que duró la ordenación del sumo sacerdote Aarón y de sus hijos. En estos tres capítulos se registran por lo menos veinte veces los verbos «decir» y «ordenar». Se constata que el acto de ordenar a los primeros sacerdotes de Israel no fue iniciativa humana. Dios dijo y ordenó. Moisés simplemente obedeció. No hubo «creatividad» humana. El líder simplemente obedeció.

Para la limpieza del cuerpo son necesarios jabón y lejía. Para la purificación del alma, los raudales de la gracia santificadora que viene del cielo. No es una obra humana. El pecador necesita ponerse en las manos de Dios y permitir que él obre tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. Todos nosotros somos llamados hoy a vivir vidas santas. Somos un sacerdocio real, un pueblo escogido para anunciar las buenas nuevas de salvación al mundo que nos rodea. Pero antes de asumir nuestra misión, necesitamos ser bañados por la gracia redentora y transformadora de Jesús.

En Acción

No temas ser purificado por Dios aunque eso descubra tus vergüenzas. ¡El mismo que te purifica es quien te las cubre para siempre! Busca hoy entregarte más a Jesús para que vivas una vida limpia y de servicio al prójimo.